Doscientas casas en un pequeño pueblo entre el mar y la montaña, tapias de piedra a hueso cubiertas naranjos. Una calle principal que desciende hacia el antiguo lavadero y que podemos igualmente vislumbrar desde la terraza de la Galería. Ochocientos habitantes, entre ellos una veintena de artistas, pintores, escultores, fotógrafos, pero también músicos y actores. Una vida cultural animada por profesores, periodistas, historiadores, escritores…
Habitado originariamente por familias mallorquinas, el pueblo fue contemplando a partir de los años 70, la llegada de extranjeros enamorados del lugar. Procedentes de diferentes países de Europa, decidieron comprar una casa para vivir en ella durante las vacaciones o las largas estancias.
Así pues, una cincuentena de casas pertenecen a adsubianos de corazón: alemanes, ingleses, belgas, franceses, holandeses, italianos… que participan en la vida del pueblo, en sus fiestas, sus costumbres y contribuyen de esta manera al «modo de vida adsubiano».